Deambulaban cada día por las mismas calles de Santiago,
siempre a las dos en punto, arregladas con una ropa y un maquillaje tan
colorido como extravagante. Mucha gente en la ciudad recuerda a las
inseparables hermanas Coralia y Maruxa, más conocidas como Las Marías, dos
emblemáticos personajes de Compostela a los que los turistas y las nuevas
generaciones sólo conocen por la estatua que les rinde homenaje en la entrada
del parque de la Alameda.
Sin embargo, su triste historia se remonta a los inicios de la
guerra civil. Bajo esa fama de demencia que les precede hasta hoy, escondían un
drama personal que no todos conocen, el cual tuvo como telón de fondo la Guerra
Civil.
Cuentan que los falangistas las maltrataron para averiguar el
paradero de sus hermanos. A horas intempestivas de la noche, registraban y
desbarataban la vivienda, las desnudaban en la vía pública para humillarlas y
las subían al monte Pedroso de Santiago. Fue así que, con poco más 20 años, la
vida de Las Marías se convirtió en un mal sueño que se prolongó desde el inicio
de la guerra hasta mediados de los años 40. Renunciaron al trabajo de
costureras, oficio que venían desempeñando junto a su madre, porque los
clientes dejaron de llevarles ropa por recelo a verse involucrados. Vivían
prácticamente gracias a la caridad de los vecinos.
Manifestaron su locura mostrándose rebeldes contra la
sociedad.
Las Marías nunca pasaron inadvertidas, no sólo por su
llamativa vestimenta y sus rostros maquillados con polvos de arroz, sino por su
actitud. Ellas piropeaban a los hombres y flirteaban con los estudiantes, algo
que no se le ocurría a ninguna otra mujer.
Diferentes por temperamento, Coralia la menor y más alta,
tímida y poco habladora, mientras que Maruxa, más pequeña llevaba la voz
cantante.
Lo cierto es que quienes no se rebelaban por temor distinguían
en esas inofensivas mujeres un grito de libertad y por encima de su pesar, un
canto a la vida.
Julia
Julia vive en Vigo y es un personaje singular, casi pintoresco, de esos que solo imaginaste existir en las pantallas de tu infancia.
Quizás te inmortalice a ese viejo y lánguido profesor de
baile: Un dos tres, un. dos tres; que habitaba en viejas academias y palacios
inventados. O tal vez te remonte a la severa institutriz que angustiaba a los
niños de las familias ricas. Este pasaje nos hacía a menudo reflexionar la
ventaja que teníamos de ser pobres…aunque, a decir verdad, muy corto tiempo nos
duraba ese pensamiento.
Pero Julia irrumpe con su inmaculada bata de médico bien
alisada, (sabido es que nunca estudió carrera). Por siempre compañía, la de sus
cansados zapatos de estilete y cuero que honrosamente sostienen la osamenta de su
casi metro ochenta. Delgada, pelo rizo, corto y entrecano que defiende un
supremo mentón coronado por una nariz de sabio tucán que se abre camino a unos
ojos velados por gruesos cristales, ceñidos a recias armaduras de pasta.
Precisa a vista fría, jovial a segundas miradas. Esconde su
vergüenza y se escurre timorata tras un cortinón de pedantes chácharas y
desbordantes monsergas.
De paciencia infinita con los enfermos, a quienes recorre con
manos inmensas y arteriales al tiempo que, con risible garbo contonea su cuerpo
al compás de “La danza del fuego”.
- ¡Abran los ojos y vean que maravilloso día de niebla tenemos
hoy! – les comenta en tanto realiza
apuntes cotidianos e insulsos en su gran bitácora.
Pero no te extrañe
además si la encuentras peinando cual diestra peluquera o zurcir como el más
delicado sastrecillo. Para luego y ante nuestro asombro, desmontar una puerta o
una ventana con mayor agilidad que el propio Hércules.
Susurran de que vive con su madre y llegó en un vendaval
marino.
Otros cuentan de una tía solterona a la que en las frías tardes protege, cobija y cuida con
desvelo.
Dicen que permanece virgen, murmuran que no ha conocido amor.
A mí me antoja pensar que disimula otra pena que distingo como
un dolor furtivo, se me ocurre como una fiera encrespada.
el retrato literario de tus personajes son de una belleza exquisita
ResponderEliminarUna historia muy linda. cada personaje que encontramos por el mundo nos da un poquito de ellos para salvarnos un poquito de nosotros mismos. Asi, al menos, yo lo veo.
ResponderEliminarBuen fin de semana!
Me gusta leer de esos personajes que conforman la diferencia de nuestros pedazos de vida. Recuerdo el Caballero de París y David, el loco que siempre andaba en las paradas de guagua, limpísimo, tallándose la nariz, calvo desde que tengo memoria. Hijo único, nació perfecto y hermoso, pero una de esas enfermedades casi inocentes de la niñez, le trajo malas consecuencias. Era un hijo muy respetuoso al decir de la viejita, cuidaba su ropa hasta el delirio y siguió siendo un bebé eterno. Ella sólo tenía una preocupación: ¿qué sería de él sin ella? Ha desaparecido de mi municipio, se sabe que ella murió, de quienes conozco nadie sabe de él.
ResponderEliminarUma bonita história...Passei pra conhecer seu blog, e gostei muito e já estou te seguindo... Convido pra conhecer meu blog e me seguir se gostares. Um abraço!
ResponderEliminarSmareis
Obrigado
EliminarBello este blog . Muy ameno e instructivo
EliminarEscribe para nosotros que te necesitamos.
ResponderEliminarEscribes de muerte
ResponderEliminarMe ha encantado esta historia.
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