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miércoles, 16 de junio de 2010
Dali entre nosotros , puertas cerradas y como colofón perdió La Roja.
miércoles, 9 de junio de 2010
En busca del Solanum perdido o la última Saccharum plantada.
En busca de la papa perdida
Por estos días, recibí un correo de una vieja amiga, donde me cuenta, entre otros detalles, que están siendo movilizados en su centro laboral dos veces por semana, para realizar labores de cultivo de caña de azúcar.
El problema, es que no hay
personal que quiera sembrar caña, me dice, a lo que agrega: tenemos por delante
quince campos para cultivar y solo vamos por el primero, lo peor, es que
llevamos solo dos jornadas trabajando el terreno y me es suficiente para estar
exhausta.
La noticia no me resulta para
nada distante y ajena, como no lo seria para cualquier cubano viviente de los
últimos sesenta años de nuestra historia.
Muchos nacimos ya involucrados en
los nombrados “trabajos voluntarios”, para hoy, un utópico adjetivo,
remembranza del paso por nuestras tierras más para mal que para bien del “Che”
Guevara.
Movilizaciones que marcaron
leyendas, como la del célebre Cordón de la Habana, reconocido como una de las
tantas locuras del “Emperador” * en la década del sesenta.
La periferia de la Capital quedaría bordada
para entonces de alineadas y firmes posturas de café. Largas intervenciones del
máximo líder, el que sin conocimiento de agricultura aseguraba que no solo
seriamos una potencia mundial azucarera, sino también potencia cafetalera.
El arbusto estimulante no creció,
tampoco pudo resistir a la tierra yerma ni al intrépido Sol, que, como astro libre,
calentaba cuando y cuanto pretendía, contrario a los errados cálculos de altos
funcionarios incapaces de emitir una idea contraria.
Desde entonces, tantos y tantos
brazos sudados han enarbolado un machete a lo largo de las gloriosas zafras
azucareras de los pasados años, tantas y tantas limas han sido devoradas por
las hambrientas alfanjes en todo este período. Cientos de macheteros,
millonarios de arrobas, atléticos y descalzos, frente a decenas de dirigentes
rollizos e ineptos con finas carpetas; parásitos de cuellos blancos.
Nuestros campos se inundaron de escuelas,
donde se combinaba el estudio con el trabajo en la roja tierra.
Desde niños comenzamos a lidiar
con cultivos tan duros como el tabaco Aprendimos a fuerza de madrugadas a
preparar sus terrenos , luego esparcimos sus cogollos , los curamos y
protegimos de malas hierbas , entre parihuelas** y gusanos de seda recibimos el
tiempo del deshoje y el deshijo , ejercimos de juez en la selección de los
mejores retoños y como finas arañas , los concluimos , bien cosidos y atados en
los cujes*** de las ambientadas vegas , donde dejarían atrás su verde esperanza
para pasar a un color más terrenal ; el mismo que quedaría impregnado para
siempre en nuestras burdas camisas de trabajo , salpicadas más tarde con las acaloradas firmas de
nuestros compañeros de fin de curso.
Luego llegarían veranos de
Universidades en los fangosos terrenos de Güira de Melena y Batabanó, laborando
la insípida berenjena y el dulce boniato.
Incontables sábados y domingos de
nuestra vida laboral han estado dedicados a la recogida del tomate, de coles y
lechuga.
Pero ninguno me proporcionó tanto
fruto como aquel llamado del siete de diciembre del noventa.
Acudí orgullosa a la distinguida
cita con mi maleta rústica, lista para incorporarme un mes a la recogida de
papas en el pueblo de Guines, resultó un acto emotivo, el local resplandecía de
una juventud henchida con la ilusión de convertir nuestro brío, en aporte
decisivo de un nuevo futuro, como ardua tarea de alimentar un país.
A riesgo del implacable frío
madrugador y el enorme esfuerzo desplegado, nuestro ejemplo no trascendió por
mucho tiempo.
Las cosechas se fueron a la
mierda o a cualquier otro lugar menos a la cesta de la compra.
Sin embargo, su valioso legado me
llegó tres años más tarde, al contener entre mis brazos a mi ansiado hijo, como
regalo legítimo y de verdadera creación, esa que no proviene de marejadas de un
día, ni de aplausos de una noche, pero aún hoy, me rememora las intensas
jornadas frente a un profundo y extenso surco, aquel, que por mucho que te
empeñes o te afanes, no alcanzas nunca acariciar el horizonte.
Glosario:
*alegórico al presidente
** especie de paleta para
acarrear hojas de tabaco
***palo de madera usado para
secar el tabaco previamente cosido.